domingo, 27 de julio de 2008

Las revistas literarias y el acto creativo


La siguiente es una las entrevistas que hice el semestre pasado para fundamentar la investigación sobre las revistas literarias en Medellín. El entrevistado es Juan José Hoyos, uno de los periodistas con más experiencia y reconocimiento de nuestro país. Simultáneamente con su labor periodística, el profesor Hoyos ha mantenido una estrecha relación con la literatura. Entre sus obras se destacan las novelas “Tuyo es mi corazón” y “El cielo que perdimos”, y los libros de reportajes “Sentir que es un soplo la vida” y “El oro y la sangre”, con el cual se ganó el Premio Nacional de Periodismo Germán Arciniegas. Hoyos también ha estado vinculado con las revistas literarias de Medellín: en el segundo lustro de los 80 fue director de la 'Revista Universidad de Antioquia'.

Por todo lo anterior es una fuente de conocimiento infaltable en una investigación sobre ese tipo de publicaciones en la ciudad.


Jorge Caraballo: Hubo épocas en las que abundaron revistas literarias en la ciudad, hoy en día son muy pocas las que se publican y además tienen escasa divulgación. ¿Por qué cree usted que el número de revistas literarias ha disminuido? ¿Qué factores pueden incidir en ello?
Juan José Hoyos:Creo que el factor más importante ha sido el económico. Los costos de editar una revista y distribuirla se han elevado demasiado. Al mismo tiempo, muchas empresas e instituciones públicas y privadas que apoyaban esta clase de publicaciones ya no lo hacen porque supuestamente “la cultura no vende”.


J.C: ¿Recuerda usted casos de escritores que hayan publicado por primera vez en revistas literarias y a partir de ahí hayan empezado su obra? (En general, no únicamente en Medellín.)
J.H:Recuerdo muchos casos de escritores que empezaron a encontrarse con sus lectores a través de las revistas literarias. Algunos que recuerdo ahora: Gabriel García Márquez, Pedro Gómez Valderrama, Rogelio Echavarría, Álvaro Mutis, Gonzalo Arango, Mario Rivero, Elkin Restrepo, Helí Ramírez, Víctor Gaviria… y un largo etcétera.


J.C: ¿Qué revistas recuerda que tuvieron buena acogida en la ciudad? ¿Por qué cree que las revistas literarias -exceptuando pocos casos- tienen una vida tan corta?
J.H: Recuerdo tres: la Revista Universidad de Antioquia, Acuarimántima y Deshora. La de nuestra universidad ha tenido una larga vida gracias al apoyo que ha recibido de ella. Acuarimántima se acabó porque sus editores pensaron que ya había cumplido su papel. Deshora, por problemas de sostenibilidad.


J.C: ¿Piensa que había más revistas literarias porque había más escritores, o no existe una relación entre el número de lo uno y lo otro?
J.H: Escritores hay muchos. Pero hay muy pocos escritores que a la vez sean editores y tengan la tenacidad de unirse a otros para un esfuerzo colectivo a largo plazo como es el de una revista literaria.


J.C: Actualmente los suplementos literarios de los grandes medios abandonaron el papel de promotores de la nueva literatura colombiana (sólo Generación, de El Colombiano, publica periódicamente relatos cortos) ¿Por qué considera que ocurrió este fenómeno?
J.H: Porque los suplementos literarios se convirtieron en revistas de variedades o desaparecieron por decisión de los editores y gerentes de los periódicos.

J.C: ¿Cree que las revistas literarias son importantes para la cultura de una ciudad? ¿Tienen alguna relevancia?
J.H: Creo que son muy importantes y cumplen un papel fundamental en la cultura. Para sólo mencionar un caso, la revista MITO, publicada en Bogotá a fines de la década de 1950, contribuyó de modo decisivo a la transformación de la literatura colombiana. La despertó de su letargo rural, provinciano. La conectó con la gran literatura del resto del mundo.


J.C: ¿Si hubiera más revistas de literatura en Medellín, habría más producción literaria; o cree que por no producirse lo suficiente es que no hay casi revistas?
J.H: La existencia de revistas no es indispensable para que exista producción literaria. Los escritores han escrito y seguirán escribiendo aunque no existan revistas. Sin embargo, la existencia de revistas literarias y culturales sí puede contribuir al encuentro de los escritores y los lectores de su tiempo y esto último sí es un estímulo muy grande para la literatura de una ciudad o de un país. La publicación no es la meta única ni la más importante del acto de escribir, pero si permite que el escritor y el lector se encuentren. Y ese sí es un momento muy importante de todo acto creativo.


J.C: ¿Existe la posibilidad de que las revistas literarias se hayan vuelto innecesarias para los escritores y lectores de nuestra sociedad? ¿Se habrá "superado" ese método de divulgación literaria y se ha llegado a otros (publicidad de editoriales, por ejemplo)?
J.H: Pienso que las buenas revistas literarias, hoy y mañana, son tan necesarias como las buenas editoriales. La relación entre el escritor, su obra y los lectores no se puede dejar en manos de la propaganda. Creo que en Medellín y en el resto de Colombia deberían existir muchas revistas más que fomenten la buena lectura y formen nuevos lectores.

sábado, 19 de julio de 2008

Juego con el diccionario #1

Es entretenido pasear por el diccionario y recoger palabras que no conocés, que nunca habías escuchado, leído, usado. Pues bien, en uno de esos toures enciclopédicos, copié diez palabras nuevas para mi vocabulario y empecé a jugar con ellas para ver qué salía. Aquí están las palabras con el significado que les dal el "Pequeño Larousse Ilustrado, 1994":

Vincapervinca: Género de apocináceas, de flores azules.

Vinolencia: Exceso en el beber vino.

Zancarrón: Huesos de la pierna. II. Hombre muy viejo y flaco.

Trangallo: Palo que, durante la cría de la caza, se cuelga del collar a algunos perros para que no puedan bajar la cabeza.

Latente: Escondido. II. Qué no se manifiesta exteriormente.

Merdellón: Dícese de la persona que adopta modos, costumbres o indumentarias propios de una clase social superior, con el vano propósito de parecerse a ella.

Acecinar: Salar las carnes y secarlas al humo y al aire.

Adondequiera: A cualquier parte.

Sprintar: Aumentar la velocidad, al llegar cerca de la meta.

Miniar: Pintar miniaturas.


Bueno, ahora les comparto una muestra de los ejercicios que hice con esas palabras. Es cierto que algunos no tienen mucho sentido, pero los hay que sí. En fin, aquí están:

1. El zancarrón sprinta adondequiera cuando un merdellón, de vinolencia latente, minia su trangallo para acecinar la vincapervinca.

2. Una vincapervinca vinolenta sprinta al acecinar el zancarrón. Desde entonces, el merdellón trangalla adondequiera para miniar la latente.

3. Crimen: La vinolencia del trangallo acecina al merdellón. Motivo: Había miniado una vincapervinca para latentarla del zancarrón que la sprintaba adondequiera.

4. El zancarrón, latente entre las vincapervincas, acecina su vinolencia. Mientras tanto, los merdellones sprintan adondequiera con sus trangallos para miniarlo.

5. -"Me acecinó un zancarrón mientras lo miniaba", se lamenta el merdellón ante los Trangallos.

-"Su vinolencia siempre latenta las vincapervincas -le contestan despectivos-, spríntese adondequiera, menos aquí"

6. "Adondequiera vincapervinca el trangallo del merdellón. Si no quiere que lo acecinemos, mínielo y sprinte aquí.", le ordenan, latentes en la penumbra, al zancarrón vinolento.

7. "... adondequiera, pero trangálleme rápido con el zancarrón latente de la vincapervinca y acecíneme con vinolencia", le piden al merdellón. "Bueno, pero minie su sprint porque no lo alcanzo", contesta él agitado.

8. "¿Por qué miniar mi vinolencia -pregunta el merdellón-, si así puedo latentarme el trangallo?". "Porque así sprintes adondequiera -le
responde la vincapervinca- seguirás siendo un zancarrón acecino"

Como los anteriores, puede haber muchos más ejercicios que continúen la lista. Sería genial que vos, lector de este blog, busqués otras posibilidades para la cohesión de esas diez palabras; y, si querés, las publicás en forma de comentario. Hay que explotar el lenguaje, y esta es una manera divertida de hacerlo. Miren cómo lo hace Bob Dylan:

lunes, 14 de julio de 2008

Convers(ac)ión en desplazamiento

El silencio los va guiando como un lazarillo aburrido. Silencio cada vez que levantan la cabeza. Silencio cada vez que vencen una curva. Silencio cuando miran atrás. Sólo silba la inercia de las piernas, el pie impulsándose en el barro, el miedo en el silencio. Para desplazarse por esos caminos no se debe hacer mucho ruido: las palabras pueden enredar los pies.

Pero una niña sopla el mutismo de la boca para dirigirse a su padre. Pregunta por su perro.

-¿Papá, dónde está Paco?
-Se espantó por los disparos.
-¿Y por qué no lo esperamos en la casa?
-Porque es mejor salirlo a buscar.
-¿Y por qué viene todo el pueblo con nosotros?
-A ellos también les espantaron los perros.
-Pero Bernarda no tiene perro y véala allá adelante.
-Seguro no se quiso quedar sola
-Mmm. Papá, ¿y por qué hay gente llorando?
-Porque no encuentran sus perros.
-Mejor los esperábamos en las casas.
-Ya, mijita, por favor. Venga la cargo y se durme, yo le aviso cuando lo encontremos.
-Ya se me quitó el sueño. Pa... ¿mi mamá para qué trae el morral?
-No sabemos cuánto nos demoremos buscando a Paco.
-Ahhh. Papi, tengo ganas de orinar.

La acompaña su madre hasta un costado del camino, se agacha detrás de un árbol y orina. Mientras su propia niebla se eleva y la envuelve, decide preguntarle a su mamá.

-Mami, no le diga a mi papá, pero yo a él no le creo. Dígame usted, ¿dónde está Paco?

La mujer, sorprendida y encartada con la pregunta, trata de responder algo pero los sollozos son más rápidos que las palabras y empieza a llorar. Entonces voltea la cara, toma a la niña de la mano y regresa apresurada al lado de su marido. La niña entiende que estaba en silencio para no llorar.

Reanudan la marcha. La pequeña no vuelve a preguntar nada: ya no considera necesario preguntar. Lo ocurrido le insinúa la verdad de lo que está pasando, aunque ella sabe que si habla se la van a espantar.

Silencio.

viernes, 11 de julio de 2008

A una mujer hipotética

Negra:
Me gusta tu color porque en la oscuridad te haces infinita.

jueves, 10 de julio de 2008

"El niño ignora que los dioses no bajan en paracaídas"

La presa
Kenzaburo Oé
Barcelona, Anagrama, 2003 (114 pp.)
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Durante la guerra del Pacífico, un avión con tres soldados enemigos se estrella en los bosques de una remota y 'relativamente atrasada' aldea de Japón. Sólo sobrevive uno de los tripulantes que tuvo tiempo para lanzarse en paracaídas, sin embargo, su logro se desvanece cuando los habitantes de la aldea lo capturan y encierran en una bodega del almacén comunal. Ahí es encadenado mientras llegan las instrucciones de la ciudad para saber cómo proceder con él. La presa es un negro enorme y musculoso que cambia –a pesar de su abulia- la dinámica acostumbrada de la aldea.

Sí, el soldado negro ha trastocado el orden del pequeño poblado, aunque no hace más que dormir en la penumbra de la bodega y comer lo que le lleva el niño a quien los adultos encargaron para bajarle los platos. Este niño -que es el narrador de la historia-, es quien sostiene la relación más íntima con el prisionero. Los adultos se desinteresan rápidamente por la suerte del negro, y retornan a sus trabajos cotidianos. Pero la vida de los niños, que es la que describe el relato, adquiere nuevas posibilidades de diversión por la llegada de ‘la bestia’.

Al principio el narrador describe el miedo que sintió la vez que bajó con el primer plato; el escalofrío que lo envolvió cuando escuchó su tos; lo pequeño e insignificante que se sintió frente a su majestuosidad. Más adelante, al descubrir que el soldado no es una amenaza, que no es agresivo ni malintencionado, el niño –junto a su hermano menor y el amigo ‘Morro de liebre’- establece tácitamente una amistad con el prisionero. La relación entre los dos se estrecha, y a pesar de que ya el niño se ha acostumbrado a su presencia no deja de deslumbrarse por cada acto que realiza su nuevo compañero.

El relato, entonces, pormenoriza cada detalle que hace el negro y que todos los niños de la aldea –ya no sólo los tres principales- celebran y contemplan atentos. Ven, a través del soldado, una realidad diferente. Se sienten orgullosos cuando lo logran admirar, lo hacen el núcleo de sus juegos, e incluso alaban sus instintos profundos. El narrador -que cuenta la historia ya siendo un adulto pero sin contaminar su inocencia de entonces- no encuentra manera de expresar la plenitud que alcanzó al lado del soldado: ¿cómo podría dar una idea de la adoración que sentíamos por él (…), cómo explicar la plenitud, y el ritmo, de todo aquello?

No obstante, en el momento menos esperado de la historia, en el punto más estrecho de la ‘amistad’ entre el preso y el narrador, un episodio cambia radicalmente el tono y el desarrollo del relato. El narrador pasa de la euforia permanente al desencanto, la decepción, y la melancolía. El niño, por ese suceso, deja de ser niño: “yo ya no formaba parte de la comunidad infantil (…), esa clase de relaciones con el mundo ya nada tenían que ver conmigo.”

Leer ‘La presa’ es casi un ejercicio facial. Durante el par de horas que se demora leyendo las casi 100 páginas del relato, el rostro se contrae por el asco, por la sorpresa, por la risa, por la indignación, por la tristeza. Al final, no queda más que la reflexión.

Hay que reconocer en Oé la delicadeza para tratar el asunto de la guerra. Porque en últimas el libro es sobre eso, sobre la guerra y la inocencia. El negro llevó la guerra hasta esa recóndita aldea del Japón. Se prescindió de tropas numerosas, de bombarderos, de ataques atómicos: la guerra cayó en paracaídas.

En ‘La Presa’, Oé hace evidente que después de una guerra el niño no puede seguir siendo niño. La guerra es como un puente por el que le obligan a pasar, mientras abajo se escurre la inocencia intacta.

El tema de la guerra y los niños ha sido tratado en numerosos libros y películas, algunos con mayor profundidad y éxito que otros. ‘La Presa’ aborda ese problema con maestría, ingenio y brevedad. Vale la pena leerlo, es un libro universal y vigente por nuestro contexto.

sábado, 5 de julio de 2008

"Por simple amor al arte"

Quienes gustan de la literatura encuentran en las revistas literarias -además de horas de lecturas placenteras-, una guía actualizada de lo que está ocurriendo en el escenario de las letras. En Medellín es para lamentar que esas publicaciones han ido disminuyendo considerablemente; y peor aún: las pocas que sobreviven tienen un tiraje mínimo, casi secreto. Las consecuencias culturales que provoca la carencia de este tipo de revistas son alarmantes: se cierran las posibilidades de publicación a nuevos escritores; se deja de registrar la creación inmediata de la ciudad; se pierden lectores; la crítica queda en manos de lo comercial; y se estanca, al menos en lo literario, el desarrollo cultural.
Los factores que han influido en esa reducción de revistas rozan casi siempre con lo económico, y aparte de eso el público que las busca es poco numeroso. Una alternativa a los limitantes monetarios que impiden la circulación masiva de revistas literarias es el Internet. Y precisamente, aprovechando ese medio, surgió Rabodeají: una 'revista de entretenimiento literario'. Publicación virtual que "intentará ser ese espacio de encuentro para creadores jóvenes y no tan jóvenes en Medellín y sus alrededores.", como lo manifiestan en la editorial del primer número sus tres fundadores.
Pascual Gaviria ("abogado sin ejercicio. Columnista porfiado desde hace 10 años. Poeta de ocasión y cronista a sueldo", como se define a sí mismo en su perfil) es uno de ellos, y la siguiente entrevista (ni tan 'vista', porque fue virtual) revela algunos detalles de la experiencia con Rabodeají, e incluye percepciones sobre el momento actual de la literatura en la ciudad.
Jorge Caraballo: ¿Por qué nació 'Rabodeají'? ¿Qué objetivo alimentaba la iniciativa?
Pascual Gaviria: Rabodeají nació simplemente como un entusiasmo de amigos con la literatura como interés común. La verdad es que el objetivo, más que buscar un espacio para publicar textos propios, era la creación de un referente de lecturas bien esquivas entre nuestras publicaciones. Digamos que pensábamos más en nuestro interés como lectores que en nuestro interés como escritores en ciernes. Queríamos que nuestros intercambios de libros, de charlas, de noticias estuvieran a la mano de un grupo amplio de lectores. Queríamos hacer un homenaje a nuestros escritores de cabecera.

J.C: ¿Por qué decidieron hacerla virtual y no impresa?
P.G: La revista es virtual por simple coincidencia. No queríamos editar un panfleto de fotocopias, queríamos una revista donde lo gráfico también fuera un componente que engancha y que aporta, no sólo letras y letras; y sacar una revista de ese tipo en papel cuesta plata, y plata no había. Resultó que cohete.net una empresa de desarrollo de ideas en internet es de propiedad de un amigo y el hombre se entusiasmo con la idea y se hizo socio de este proyecto por simple amor al arte.

J.C: ¿Qué ventajas tiene el hecho de que sea virtual?
P.G: En este momento creo que estar en Internet nos abre miles de posibilidades, nos libera de miles de gastos y nos pone en la órbita adecuada. Nunca hemos pensado en el papel. Aunque no desdeñamos las revistas en ese formato. Somos una generación que creció con El Malpensante como ejemplo, único además, de revista cultural con énfasis en lo literario.

J.C: ¿Hasta el momento, sentís que vale la pena el esfuerzo que han hecho por sacar cada número de la revista? ¿Es difícil sostener con calidad una revista?
P.G: El esfuerzo vale la pena simplemente por el gusto del trabajo. Este "juego" no ha representado un sólo peso. Pero ha representado lecturas, descubrimientos literarios, descubrimientos históricos, acercamientos con otros escritores. Rabodeají está alimentada de nuestra curiosidad de lectores y esa curiosidad, cuando tiene una salida distinta al simple hecho de subrayar, siempre se disfruta más. Creo que la revista ha conservado un tono y una calidad en todas sus apariciones. Es variada y nuestra gran sorpresa es que la leen con gusto personas que no tan cercanas al ambiente literario. A propósito tenemos un promedio de 10 mil visitantes mensuales. Incluso durante el tiempo que estuvo quieta.

J.C: ¿Por qué creés que las revistas literarias tienen la triste tendencia a desaparecer -con contadas excepciones- en los primeros números?
P.G: La desaparición de las revistas literarias es un asunto sencillo: no hay suficientes lectores y eso significa que no hay como sostenerlas económicamente. Las publicaciones culturales necesitan patrocinio Estatal o un mecenas privado. Si a los periódicos les cuesta sobrevivir uno puede imaginarse qué pasa con las revistas culturales. Rabodeají vive por que tiene mecenas en cohete.net y porque es un trabajo por gusto de sus socios en las letras.

J.C: ¿Creés que en Medellín todavía hay un público para las revistas literarias? Es casi imposible saber si quienes leen Rabo de Ají son de Medellín o de cualquier otro rincón del mundo, pero ¿si pensás que aquí hay interés por la nueva literatura, por los nuevos creadores de la ciudad?
P.G: Existe un público pero es pequeño sin duda. En todo caso rabodeají busca que ese público crezca, que la gente le pierda el miedo a eso que se llama una revista literaria. El público normal oye esas dos palabras y cree que son sólo para un público docto, especializado, el lector se subvalora de entrada. Rabodeají ha demostrado que la lectura, la lectura de asuntos literarios, está al alcance de quien quiera sentarse durante media hora, una hora, dos horas a leer algo distinto al simple día a día de las noticias. Casi es un juego de alfabetización contra unos prejuicios largos. Más que una curiosidad sobre los creadores nuevos hay que crearla sobre la literatura en general, luego la gente irá llegando a donde deba llegar, en todo caso siempre nos gusta saber de lo que tenemos cerca, nos gusta que nos narren nuestra ciudad y nos gusta que nos cuenten desde nuestro punto de vista, así que si la gente lee, terminará por leer a los creadores de su ciudad y su generación.

J.C: Considerás que en nuestra ciudad se están apoyando a las personas que quieren escribir, y, además de eso, publicar. ¿Hay una voluntad política, más que comercial, para dar a conocer a los nuevos talentos que se gestan en Medellín?
P.G: Yo creo que es difícil pedir que el Estado sea el garante o el facilitador de las posibilidades de publicación para los nuevos escritores. El Estado debe dar posibilidades a los creadores como lo hace con las nuevas bibliotecas, con el acceso a internet, con uno que otro concurso o eventos que traigan a escritores de talla. Están también las becas de creación que sirven como estímulo para un trabajo que demanda mucho tiempo antes de ver resultados. Pero las posibilidades de publicación sólo las puede dar el dinamismo del sector editorial y ese está marcado por la calidad y la cantidad del público lector. Medellín tiene sin duda limitaciones en espacio de visibilidad para sus nuevos escritores. Sólo mire las páginas de opinión de El Colombiano. El Estado ha ayudado a rabodeají, esperamos participar en próximo año en una beca, una especie de premio para publicaciones culturales en la red, ahí hay una pequeña posibilidad de recompensar a quienes han trabajado en este rollo. En últimas yo pienso que hoy en día es más fácil publicar, están los espacios de internet o las publicaciones por cuenta propia que resultan baratas, lo difícil es encontrar la atención de los lectores y eso sólo se logra con algo de suerte y el ingrediente más escaso, el talento.
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viernes, 4 de julio de 2008

Un Desconocido Hidalgo


Las rodillas de Rocinante flaquearon cuando el peso de su jinete aumentó por la pavura y el desencanto.

Don Quijote se había preparado durante meses para ese encuentro; compró costosas horas de sueño para organizar cada palabra que diría, cada gesto. Sin embargo, sus ensoñaciones nunca se estropearon por una sorpresa como la de entonces.

Hasta ese momento, el caballero anduvo impaciente y con los nervios felices. Apenas llegó al pueblo preguntó dónde podría encontrarla, y mientras se dirigía allí terminó de concretar los últimos detalles. Antes de girar en la esquina indicada aprovechó el cansancio evaporado de su caballo para brillar la punta de la lanza y hacer relucir su yelmo; se desenmarañó la barba, peinó el bigote y le pidió a su columna unos minutos para erguirse elegante.

Pero entendió que todas esas fueron delicadezas vanas cuando la tuvo al frente.

Ahí fue que las rodillas titubearon, que el baciyelmo cayó sobre los guijarros, y la lanza sin mano agitó la bruma nocturna antes de quedar apoyada en la pared como una escoba.

Entonces, aturdido por el estupor, Don Quijote se apeó trémulo, despreciando con indiferencia la ayuda de su escudero; tomó todas las monedas que llevaba y se las entregó silencioso, resignado, a la robusta y sorprendida mano de su amor. Hecho esto, se dio media vuelta y recogió el camino que lo había llevado hasta esa oscura y vetada calle del Toboso.

Arrastrando a Rocinante, con la frente en alto y los ojos bien abiertos –para evitar que se le descauzara el dolor- se fue diluyendo en las sombras de esa desafortunada noche en que conoció a Dulcinea, la del burdel.

Alonso Quijano cambió su armadura por comida en el camino hacia La Mancha. A nadie, en toda la historia, le interesó escribir sobre él.


(Relato publicado en Generación, suplemento cultural de El Colombiano. 20 julio, 2008)