martes, 26 de agosto de 2008
Si me sincero
Pero
A la mosca no le digo nada
Preocupación ecológica futurista catastrófica
sábado, 16 de agosto de 2008
viernes, 15 de agosto de 2008
Camino Practicado
Ya sufres con el choque de los primeros goterones, lentos y espesos, contra las tejas dormidas; giras por toda la cama buscando un lugar que tu cuerpo no haya calentado, y si lo encuentras lo dejas de nuevo porque no lo tardas en calentar. Yo también estoy incómodo, mijita; nos hace falta tu madre, y esta casa es tan grande para nosotros dos solos, solitos los dos. Por eso nos vamos, mi niña, y te estoy esperando. Sé que no tendré que llamarte.
Otra vez estoy despierta a esta hora. No es mi culpa, yo siempre intento seguir soñando, y me aferro a esa realidad consoladora como una garrapata hambrienta, pero lo único que logro es rasgarla y olvidarla en jirones inconclusos para reemplazar su imagen por la del techo de mi cuarto, o por la de mi madre… por la tuya, madre. Me haces falta, Mami. Me quedé sola en esta casa tan grande. Yo sé que está él, sin embargo, no es el mismo. Estoy muy sola, y tengo miedo. Algunas noches siento que sube a verme y que camuflado en la oscuridad, junto a la puerta, me observa durante minutos eternos en los que me quedo quieta, quietísima, escuchando mi corazón intranquilo con el oído puesto en el colchón; después de un rato, baja despacio y me calmo con el quejido de cada escalón que lo aleja, aunque mis músculos quedan tensos, casi encalambrados, hasta que me baño por la mañana. Está loco, madre, no ha podido asimilar tu muerte.
…Hija, te demoras, ¿será que te volviste a dormir? No, seguro que no, oigo el constante roce de tus sábanas, como si le estuvieran quitando la envoltura a un confite. No te puedo esperar mucho, hija, baja. Baja. Estoy mareado de tanto suspirar. Y no bajas.
¿Que no le tenga miedo? ¿Cómo no, madre? Me confunde contigo, sube a mi habitación por las noches para verme, delira todo el día, ¿y pretendes que no le tenga miedo? Sí, sí, que es mi padre y que nunca me haría daño, sería un buen argumento cuando era en realidad mi padre, no ese cuerpo abandonado que recorre las noches con sus esperanzas muertas, ese que te busca a ti y te encuentra en mí. Cómo no le voy a tener mie… ¿Para qué pienso estas cosas? Ya discuto con los recuerdos. Me tengo que ir. Y rápido. Voy a terminar igual. Empaco. Lo que sea. Bajo, busco la maleta y empaco. ¿Y si me oye? Nada, no importa; lo ignoro. Cojo la maleta y me encierro acá. Por la mañana cuando ya se haya dormido me voy. No sé; a donde sea. Me voy.
¿Ya? Sí, ya. Bajas despacio, confías en el silencio de estas viejas escaleras de madera, pero su naturaleza te traiciona con un crujido que interrumpe la monotonía de la lluvia sobre el tejado; entonces paras, esperas y me desesperas, pero espero. Llevas esa fina bata de dormir que te regalo tu madre y que se templa en el pecho por tus teticas puntiagudas, iguales a las de ella cuando le quité la virginidad. Me encantan. Sigues bajando y la luz de los rayos, intrusa entre las persianas, te dibuja por instantes esa desconfianza infundada, no te va a doler… ojalá le pudieras preguntar a ella. Lo hice realmente bien, aunque no quedé satisfecho. Bajaste, ya estás aquí, niña; y ¿es que me estás buscando que miras a todas partes?, tranquila.
–Tranquila, mi amor –dijo él– aquí estoy.
Lo sintió detrás de ella, pero no se quiso mover, no se pudo mover. Parecía un maniquí en la mitad del pasillo oscuro. Se le olvidó por qué había bajado, y no pensó en volver a subir. Sus pies descalzos empañaron el frío piso de mármol, lo cubrieron con un charquito de humedad que por poco la hace resbalar cuando su padre la abrazó y le dio un demorado beso en la mejilla.
Yo tampoco puedo dormir bien –continuó él– estuve pensando que sería bueno irnos de acá, y decidí que salimos ahora. Precisamente –susurró mientras le acariciaba el cuello–, te esperaba.
Suspiró profundamente, y mirándola perdido a sus ojos, siguió:
Se parece más a ti que a mí, ¿no te parece, mi amor? Nuestra hijita, mi hija, mi esposa. –la agarró fuerte de la cintura, y mientras un trueno hacía temblar los vidrios se inclinó para decirle a su oído– Esta vez no te vas a ir sola. Nos vamos. Nos tenemos que ir, juntos, los dos.
Ella se soltó con delicada fuerza e intentó decir algo, pero las palabras se derrumbaban antes de salir, por el temblor involuntario de su cuerpo. Se dejaba llevar por su padre igual que una hoja por el río. Él leyó su silencio, la cargó por sus caderas, y la llevó a la cama. “Como te cargué a ti, esposa linda, la cargó ahora a ella –pensaba– no te preocupes, tu sabes que te lo hice bien”
Acostada y con los ojos abiertos contrastando con la madrugada, esperó a que su papá organizara todo. – ¿Y mi maleta, papi? –pudo preguntar, aunque no había decidido hacerlo
–No son necesarias –respondió calmado, mientras le entregaba una pastilla–, vamos a construir algo nuevo. Aquí se queda todo. Tómate esto, hijita, ya me tomé la mía, el camino es largo y no es seguro bajarnos en la mitad por un mareo. Tómatela –repitió y le extendió un vaso con agua.
Por primera vez en varios meses, el lado en el que siempre se acostaba su madre estaba con las sábanas tibias y arrugadas. Después de tragarse la pepita, su padre se acostó junto a ella, le pasó el brazo por debajo del cuello y con los ojos cerrados dijo –Avísame cuando amanezca, amor mío, no vaya a ser que nos deje el bus.
–Ayer tampoco recogieron la leche –dijo extrañado– ¿estás seguro?
–Segurísimo –respondió el portero–. Ninguno de los dos ha salido.
– ¿Y entonces, ese olor? –insistió el otro–
– No se preocupe, así huele él.
miércoles, 13 de agosto de 2008
Ecos Traducidos
Hace unas noches me senté a escribir lo que saliera, y cuando terminé me di cuenta que dos de los textos se parecían mucho -tanto en ideas como en forma- a los de algunos autores que he leído. Aquí los dejo, y se los atribuyo a sus verdaderos escritores: yo no hice más que traducir los ecos que me dejaron sus obras.
1. ¿De Oé, o de Oz?
Al principio es siempre el respeto
El 'señor', el 'usted'
El permiso tímido
La esperanza del halago
O por lo menos de una leve aprobación.
Pero te quedas esperando, y ese verbo
Es muy aburrido en la niñez
Entonces, con el tiempo,
Se te va desaguando la admiración que les tenías
Y te crees capaz de ser como ellos
Cada día te consideras más adulto
Y consigues imitarlos mejor
Es una lástima que
Por vencer un reto que nadie te ha propuesto
Descuides el efímero botín
De los primeros años.
2. ¿Cioran? Tal vez Kundera, pero más Cioran
"La preocupación por la Historia nace del miedo al intuir que de pronto nunca hemos existido"
sábado, 2 de agosto de 2008
Dreamend
Los cuervos espantados se convierten en rocío
Termina de gotearse la noche sobre los objetos
Y una persiana se prepara para proteger
Entonces, adentro todos dejan que pase el último viento
Para acatar la orden
De quitarse los atuendos, apagar el escenario
E irse a olvidar.