sábado, 21 de junio de 2008

La Nota



En ese espejo se reflejaba el silencio. Se lo compré a una ciega aquí en el mercado y me resultaba útil cuando no podía dormir. Durante las noches amenazadas de insomnio me sentaba frente a él a gritarle, y el retorno extinguido de los gritos me arrullaba, escuchar sus colores lentos y pesados me introducía al sueño. Sin embargo, anoche el espejo no reflejó nada, ni siquiera mi asombro, por eso decidí venir temprano a reclamarle a la anciana. Desmonté el espejo, lo traje hasta acá pero no la encontré. Desesperado por el escándalo de la muchedumbre y por la incomodidad de cargar algo tan pesado fue que decidí vendérselo a un desconocido. No he contado cuánto me dio por él, pero sé que fue una suma irrisoria. Ahora estoy buscando mi casa, pero tanto ruido no me deja ver.


P.D: En el respaldo escribo mi dirección. Agradezco al que me puede ayudar.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Mucho potencial para ser tan joven
Juan Isaza